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La portada principal

  La entrada principal se practica a través de una portada que, como si de un retablo se tratase, levanta su cuerpo y ático adosados al muro septentrional. Consta de un arco de medio punto flanqueado por semicolumnas pareadas dóricas sobre las que se sienta el entablamiento. Este está formado por un sencillo arquitrabe y un friso en el que alternan los triglifos con las rosetas de las metopas y sobre el que descansa un frontón semicircular que se rompe en su centro para coger una hornacina rectangular (con un frontón triangular quebrado) en la que se encuentra la imagen de la Virgen de la Encina. Ambos frontones, el del cuerpo y el del ático, se rematan con dados, troncos de pirámides y esferas.

  Las primitivas trazas las había realizado Pedro Alvarez de la Torre, en la segunda década del Seiscientos, aunque Juan Bautista de Velasco y Ligar las modificaría posteriormente. Responde al prototipo de portada clasicista barroca. Clasicista por las columnas pareadas dóricas, los pedestales, el arco de medio punto, la hoja de acanto en la clave, y barroca por los frontones partidos, los dados con bolas y las pilastras rehundidas del ático.

  Las puertas actuales, de madera de castaño y bronce, son una réplica de otras más antiguas, conservadas en el Museo de la Basílica. Fueron realizadas con gran maestría por el escultor valdeorrés Xelo de Tremiñá en 1996. Puerta de acceso al templo y también de esperanza, con diversos símbolos y figuras (sobre todo en tapajuntas) y con la inscripción “Paradisi Porta. Bergidi patrona” que anuncian, metafóricamente, cómo María es la puerta que nos lleva a Cristo, a la Salvación. Puertas donde símbolo y materia se funden en un mensaje de fe.


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Portada principal en cuyas puertas se representa un mensaje de fe mariana, mediante motivos alegóricos.
     
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