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Transepto

  En el transepto nos encontramos con otros dos altares colaterales, cuyos retablos son de semejante factura, cronología y autor. Se trata de los del Sagrado Corazón (en el colateral del Evangelio), anteriormente de Santa Catalina y de Santo Domingo, y de la Inmaculada (en el de la Epístola), antes del Rosario. Los dos son del primer tercio del siglo XVIII y se resuelven en tres calles y ático flanqueado por complicadas volutas de hojarasca. Tetrástilos, los dos con columna salomónicas en la calle central y ajarronadas de tipo leonés, o sea abalaustradas, las de los extremos. El entablamiento se presenta ligeramente curvo y quebrado, lo que le confiere cierto dinamismo y movimiento convexo en planta. Una abundante y nerviosa decoración, sensual, movediza e integrada por tarjetas, formas carnosas de cactus, hojas de vid, racimos de uvas y caras de ángeles en las columnas, recubre todo el conjunto. Los dos suponen una excelente muestra del quehacer artístico de un estilo, el barroco, en el que los retablos se convierten en sus obras de mayor calidad.


Retablo de la Inmaculada Concepción

  Se encuentra en el lateral de la Epístola y anteriormente estuvo bajo la advocación de la Virgen del Rosario. Fue su autor el maestro ensamblador Diego de Quintana quien lo realizó poco antes de 1720, ya que en esa fecha se recoge que “…por quanto el retablo que se fabricó de nuestra Señora del Rosario que se alla puesto en dicha iglesia, informados el concejo y vecinos de su valor, parece que el maestro que lo fabricó perdió en él más de mil quinientos reales, según relación jurada que dio”. En consecuencia, las justicias de la villa de darán una gratificación de 800 reales.

  En la calle central se encuentra la Inmaculada, acompañada a su izquierda por la imagen de Santa Teresa del Niño Jesús o de Lisieux (protectora de las misiones), nacida en 1873 y fallecida en 1897, beatificada en 1923 y canonizada en 1925, que se muestra con el hábito carmelita y sosteniendo un crucifijo y un manojo de rosas entre sus manos. En el lateral derecho, se presenta San Antonio, con hábito franciscano y con el Niño Jesús en sus brazos, en referencia a la aparición que tuvo lugar en su habitación, tema este puesto de moda durante la Contrarreforma. En el ático una talla de Santa Teresa, de tamaño natural y con marcada gestualidad dramática que responde al tipo desarrollado por Gregorio Fernández, sostiene un libro en su mano izquierda y una pluma en la derecha, mientras su mirada se dirige al cielo en busca de la inspiración.

  La titular del retablo, la Inmaculada, presenta una hermosa factura barroca próxima a la estética rococó y manifiesta una gran calidad tanto en su talla como en su policromía.

La imagen titular preside el retablo. La Inmaculada se representa como una mujer joven con las manos delante del pecho en acitud orante y con una expresión de dulzura y serenidad. De canon muy esbelto, sus pies apoyan sobre tres angélicas cabecitas.


Retablo del Sagrado Corazón

  Se haya al lado del Evangelio, en el mismo sitio donde antiguamente se levantaba la capilla de Santa Catalina, cuyos patronos fueron los Maldonado (Señores de Priaranza) y el retablo de Santo Domingo. Manifiesta las mismas características arquitectónicas que el de la Inmaculada, y aunque no nos consta documentalmente su autor, lo podemos considerar como una obra realizada por el citado ensamblador Diego Quintana. Presenta algunas variaciones decorativas, nunca estructurales, respecto a su gemelo de la Inmaculada. Así, por ejemplo, este recoge en los paños del banco los símbolos del sol y de la luna; tienen una mayor presencia las tallas de niños y ángeles en las columnas salomónicas y en las peanas se representan máscaras grotescas; mientras que el de la Inmaculada, recoge relieves relacionados con las Órdenes Militares en el banco y se sirve para la decoración de las peanas de hojarasca, al igual que en las ménsulas.

  En la calle central, la imagen que representa al titular, el Sagrado Corazón de Jesús, es una obra moderna al igual que la del ático, que encarna a la Virgen de Fátima. Acompaña al Sagrado Corazón, por la parte derecha, una talla de San Roque, santo protector contra la peste, con su pierna herida y con el perro que le entrega un panecillo; y por la parte izquierda, San José, personificado por un hombre joven que conduce de una mano al Niño Jesús mientras que con la otra porta la vara florida, símbolo de su matrimonio virginal.
 

De todo el retablo del Sagrado Corazón la talla de san José es la de mayor interés artístico, ya que las demás son de escayola. Presenta al santo llevando de una mano al Niño Jesús, mientras en la otra sostiene la vara florida, símbolo de su matrimonio virginal. Es de destacar la gran calidad de su talla, así como de su policromía.


  De las cuatro tallas, la de mayor mérito artístico es la de San José con el Niño Jesús, destacada obra barroca de gran virtuosismo y que iconográficamente repite el tipo creado por Gregorio Fernández, y en la que sobresale la policromía de la época, donde alcanzan un protagonismo especial los diversos motivos florales y los dibujos de las anchas orlas realizados a punta de pincel.


Cristo de la Fortaleza


  En el muro septentrional del transepto se encuentra un lucillo y en su interior el Cristo de la fortaleza. Las justicias, regimiento y concejo de la villa de Ponferrada habían donado, en 1574, a los hermanos Zumelco “un sitio la iglesia Mayor (…) para hacer un lucillo de siete pies de hueco y de largo”, en el muro izquierdo de la capilla principal, junto al pilar, en gratificación por los buenos servicios a la fábrica de la iglesia que había hecho su padre, Antonio de Cuéllar, mientras fue mayordomo y teniente del corregidor. En su interior se encuentra uno de los Crucificados de mayor calidad de los realizados en el siglo XIV en la provincia de León. Se trata de una de las obras más notables del románico tardío de la provincia, ya que data de principios del siglo XIV. Es conocido popularmente como “Cristo de la Fortaleza” por su posible primitiva colocación en la Fortaleza o por estar próxima ella, ya que hasta fechas recientes su lugar estuvo la iglesia de San Andrés. Presenta a Cristo muerto, de tres clavos y coronado de rey, que con su semblante sereno no manifiesta dolor ni sufrimiento. Todo en el es sumario: el pelo que le cae tímidamente sobre los hombros, la delicada anatomía esquemática, el tamaño…

  De marcada asimetría tanto en el paño de pureza (perizonium), decorado con estrellas y ruedas azules, como el resto de la talla, su cuerpo vertical manifiesta una ligera inflexión de los brazos.

    En las paredes laterales del crucero cuelgan doce pinturas al óleo (seis en cada muro lateral) que representan un Apostolado de finales del siglo XVII, de desigual factura técnica, aunque posiblemente de la misma mano y que manifiestan, algunos de ellos, un marcado carácter tenebrista.




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Retablo barroco de La Inmaculada Concepción.
 
Detalle de la imagen del retablo barroco del Sagrado Corazón que encarna a la Virgen de Fátima.
 
Retablo barroco del Sagrado Corazón.
 
Cristo de la Fortaleza, siglo XIV. "Dios que no pudo padecer, hízose hombre y se suhetó al dufrimieno, y El, el Inmortal, Se sometió a las leyes de la Muerte" (S.S León el Grande, 451).
 
     
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